jueves, 23 de abril de 2015

DISCURSO DE JUAN GOYTISOLO

Delante de los Reyes, delante del ministro Wert y de otros muchos cargos disfrazados para la ocasión, un modestísimo Juan Goytisolo ha usado la palabra mágica: CERVANTEAR. Su discurso, A la llana y sin rodeos, ha sido el más breve, crítico y certero de todos los Cervantes posibles, excepto el original, claro.
Para leer y disfrutar:


1 comentario:

  1. El mundo necesita más gente que ame lo que hace. Indudablemente, es la conclusión que he sacado nada más empezar a leer el tan alabado discurso de Juan Goytisolo al recibir el Premio Cervantes. Así comienza el catalán: “En términos generales, los escritores se dividen en dos esferas o clases: la de quienes conciben su tarea como una carrera y la de quienes la viven como una adicción. El encasillado en las primeras cuida de su promoción y visibilidad mediática, aspira a triunfar. El de las segundas, no. El cumplir consigo mismo le basta”.

    En mi caso, no me voy a dedicar a volver a alabar el discurso del nuevo Premio Cervantes, pues creo que es evidente que nos encontramos ante un grande de la Literatura española, un gran merecedor del Premio y que con su discurso lo ha refrendado, sino que ahondaré en aquello en lo que realmente quiero hacer hincapié, ese gusto por lo que hacemos. En efecto, tanto los escritores, como cualquier otro aficionado o empleado tiene que sentirse adicto de aquello que hace, tiene que disfrutar haciéndolo, pues, solo así, conseguirá obrar bien y obtener éxito. No hace falta ser ningún lince para darse cuenta de ello, ¿Acaso no es notorio cuando un profesor realmente se encuentra a gusto trasmitiendo a los demás sus conocimientos? Es evidente, el mundo, la sociedad, necesita gente apasionada, fiel a sí misma, buscadores incansables de la verdad, contadores de sueños. ¿De verdad tiene algún resultado pasarse hasta 10 años dominando una disciplina o ámbito de estudio si no se está realmente apasionado con ella? No y no, solo amando lo que haces puedes entrar en ese estado de entrega a la acción misma donde el tiempo parece que se consume a pasos agigantados, donde el espacio se condensa, donde tu propio yo se evapora en el encuentro con la realidad. Ya lo dijo San Agustín, “Nadie, en efecto, obra bien si lo hace en contra de su voluntad, aunque lo que haga este bien".

    Lucía Villaescusa Arenas

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